Cada 26 de marzo se conmemora a nivel mundial el Día por la Prevención del Cáncer de Cuello Uterino, una enfermedad altamente prevenible pero que, aun así, representa el cuarto cáncer más común en las mujeres. Tiene su origen en una infección persistente por el virus del papiloma humano (VPH), por lo que puede llevar años en desarrollarse.
Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) solo en 2022, fueron alrededor de 660.000 los casos y 350.000 las muertes causadas. De este último dato, el 94% de las víctimas pertenecían a las naciones de menor nivel económico.
Causas y prevención.
Casi todas las personas sexualmente activas se infectarán con VPH en algún momento de su vida, por lo general sin mostrar síntomas. En la mayoría de los casos, el sistema inmunitario elimina al virus del organismo. Sin embargo, la infección persistente por el VPH de alto riesgo puede provocar la aparición de células anormales, que tardan entre 15 y 20 años en convertirse en cáncer.
En las mujeres con un sistema inmunitario debilitado, como en el caso del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) no tratado, este proceso puede ser más rápido y desarrollarse entre 5 y 10 años.
Entre los factores de riesgo de la progresión de la enfermedad se encuentran el grado de oncogenicidad del tipo de VPH (grado de ‘malignidad’ del virus) el estado inmunitario, la presencia de otras infecciones de transmisión sexual, el número de partos, un primer embarazo a una edad temprana, el uso de anticonceptivos hormonales y el tabaquismo.
Para prevenir el cáncer de cuello uterino es fundamental tomar determinadas medidas de prevención, como la vacunación contra el VPH entre los 9 y 14 años, el tamizaje (con exámenes como el papanicoulau, la prueba del VPH y la colposcopía). Ante presencia de síntomas, detección precoz seguida de un tratamiento oportuno de calidad.
Es importante concientizar sobre el cáncer cervicouterino: la prevención, la detección temprana y el tratamiento oportuno salvan vidas.