Numerosos estudios demostraron que el “diálogo” o comunicación entre diversos tejidos durante el ejercicio puede proteger contra enfermedades metabólicas, cáncer, degeneración de la retina y pérdida de memoria. Estos estudios proporcionan una base molecular para el concepto de: “Ejercicio como medicina”.
Las citas atribuidas a Hipócrates, el padre de la medicina occidental, incluyen: “El caminar es la mejor medicina del hombre” y “Si hay una deficiencia en el alimento y el ejercicio el cuerpo caerá enfermo”. Se sabe que incluso breves períodos de inactividad física se asocian con una alteración de la homeostasis metabólica que se manifiesta como una disminución de la sensibilidad a la insulina, una reducción de la eliminación de lípidos postprandiales, una pérdida de masa muscular y una acumulación de adiposidad visceral.
Estos cambios agudos proporcionan un vínculo entre la inactividad física y un mayor riesgo de desarrollar muchas enfermedades, incluyendo la diabetes mellitus tipo 2 (DM2), enfermedades cardiovasculares, cánceres como los del colon y mama, la osteoporosis, osteoartritis, disfunción eréctil y síndrome de ovario poliquístico.
Los beneficios de la actividad física se han atribuido a varios mecanismos como la reducción de la adiposidad, el aumento de la capacidad cardiorrespiratoria, la reducción de los lípidos circulantes y el mantenimiento de la masa muscular. Sin embargo, en el actual milenio, la investigación ha demostrado que, durante el ejercicio, las proteínas, péptidos, enzimas y metabolitos se liberan de un órgano (principalmente contracción del músculo esquelético) para afectar el metabolismo en otro órgano.
Este paradigma se fortaleció en varios estudios importantes. Como el ejercicio implica la contracción del músculo la mayoría del énfasis se ha puesto en la liberación de las proteínas de contracción del músculo esquelético (las llamadas miocinas) que afectan los procesos metabólicos en otros órganos.
Cerebro y cognición.
Investigadores validaron la catepsina B como una mioquina demostrando que los niveles de esta proteína aumentaron en el plasma de ratones, monos y seres humanos durante el ejercicio. En humanos, los niveles plasmáticos de catepsina B se correlacionaron tanto con la aptitud física como con la memoria. Este estudio demostró que el ejercicio puede inducir la liberación de catepsina B por la contracción del músculo esquelético para modificar la memoria y la función cerebral, lo que valida la hipótesis de que el ejercicio es beneficioso para retrasar la demencia en el envejecimiento.
Hueso
El hueso también puede impulsar la adaptación al ejercicio físico mediante la liberación de osteocalcina. Los investigadores demostraron que los niveles circulantes de osteocalcina aumentan marcadamente durante el ejercicio. Se demostró entonces que la osteocalcina circulante no solo aumentaba la captación intramuscular de glucosa durante el ejercicio, sino que también aumentaba la producción y liberación de una miocina que a su vez aumenta la disponibilidad de ácidos grasos de los adipocitos y la producción de glucosa en el hígado.
Cáncer
La actividad física puede disminuir el riesgo y/o mejorar el pronóstico de un número limitado de cánceres como los del colon, mama y posiblemente endometrio. Se han propuesto muchas hipótesis sobre el mecanismo que sustenta los efectos beneficiosos de la actividad física sobre la carcinogénesis. Inhibición de moléculas pro cancerígenas y la limitación de la glucosa por parte del ejercicio a la células tumorales son algunas hipótesis que se evalúan.
Envejecimiento El ejercicio puede revertir la vulnerabilidad relacionada con la edad al daño de la retina. Se reconoce que celulas de la retina son cada vez más susceptibles a las lesiones con la edad avanzada. Los investigadores demostraron que las células ganglionares retinianas experimentan un aumento de la presión intraocular durante el ejercicio, lo que a su vez preserva las sinapsis de la retina interior.